Siguió cuidadosamente los consejos del conocedor de las estrellas, incluyendo la ejecución de un poderoso hechizo, pero no le sirvió de mucho. Más tarde habló con un funcionario al servicio del sultán, al que pidió, a cambio de una pequeña minuta, que divulgase su oferta entre los notables adinerados de la corte. Tampoco le sirvió de nada.
Nadie parecía interesarse por comprar la casa del mercader.
Desesperado, el mercader decidió acudir a un poeta vagabundo que a veces pasaba delante de su casa mendigando algún dinar a cambio de unos pocos versos que hablaban de cosas sencillas con palabras hermosas.
“¿Puedes componer uno de tus poemas sobre mi casa, a fin de que alguien muestre algún interés por ella?”, solicitó el mercader.
El poeta dudó. Nunca había escrito un solo verso para vender una casa.
El mercader le propuso un trato, porque proponer tratos está en el alma de los mercaderes.
“Si por ventura con tus versos lograres que mi casa encontrase un comprador yo te daría una décima parte de su precio”.
El poeta vagabundo, que jamás había visto diez dinares juntos y estaba cansado de pasar hambre y frío, accedió. Y de inmediato escribió para el mercader un poema hermoso, en el que describía cada uno de los méritos de aquella mansión. Luego se marchó.
Dos lunas después, el poeta se acercó de nuevo hasta la casa del mercader, para ver si la casa ya estaba vendida, y reclamar así su parte.
“¿Has conseguido, mercader, vender tu mansión con mis versos?” “¿Necesitas que componga algo más?”, preguntó.
“No”, respondió el mercader, “He decidido quedarme la casa yo”, porque cuando leí tu poema me di cuenta de lo sumamente hermosa y deseable que es, y ya no la cambio por nada. Ahora vete porque ya no preciso de tus servicios”.
El poeta vagabundo dio media vuelta y se marchó. Llevaba las manos y los bolsillos tan vacíos como siempre. Y mientras caminaba, meditaba sobre la dificultad de que los poetas hagan alguna vez buenos tratos con los mercaderes y también sobre la extraña paradoja de que siendo la poesía el instrumento que cambia el mundo, nadie quiera pagar ni siquiera unas piastras por ella.