Chats y Moralidad

20/10/16
Hace poco leía un post sobre como medir la felicidad y la confianza en tiempos de las TIC's (Tecnologías de la Información y Comunicación). El autor proponía un sencillo experimento basado en la pregunta: ¿Serías capáz de entregar tu teléfono sin bloqueos a tu pareja, hijo, familiar o amigo para ser consultado libremente? Ya se imaginarán ustedes los resultados.


El experimento no tiene bases científicas pero lo interesante del tema es que la sola pregunta explora la confianza y la moralidad a un nivel personal.

Hace 10 años cuando el uso de los mensajes de texto (SMS) comenzó a popularizarse, había personas que pensábamos que un SMS no era el medio ideal de comunicación para ciertos temas, entre ellos los temas sentimentales o personales. Quizá era nuestra mínima capacidad de síntesis y redacción en un campo de 140 caractéres la que nos metía en problemas. A esto habrá que adjuntar la parte económica en la que con el fin de gastar menos mensajes, intentabas abarcar un tema complejo al menor costo posible. Jajaja, ¡que risa!

Tuve la experiencia de llegar a mal redactar o mal interpretar los SMS y optar por un encuentro persona a persona con mi interlocutor para evitar acrecentar "el ruido" en el proceso de la comunicación. Vaya que era complejo en esos tiempos.

Años después apareció BlackBerry Messenger, Twitter, Line, Facebook Messenger y Whatsapp convirtiendo el concepto de comunicación en algo aún más complejo. Con el tiempo hemos aprendido a redactar mucho mejor pero también aprendimos a darle usos algo raros a las plataformas. Creamos grupos de chat, compartimos mil y una tonterías sin valor productivo y hasta conozco gente cuya necesidad por estar pendiente de las conversaciones en su teléfono bien podría tener ya una clasificación dentro de los trastornos obsesivo-compulsivos.

Lo que realmente me motivó a escribir esta entrada fue mi respuesta a la pregunta del principio. ¿Sería yo capáz? 

La respuesta, en mi caso es "sí". Lo curioso es que recordé que en un par de relaciones sentimentales por las que he pasado, llegué a tener problemas de confianza cuyo origen se dio en estas plataformas de comunicación. Parece que hoy en día es muy fácil tener conversaciones ligeras sobre temas que no deberían serlo; posteriormente como irónica maldición y casi sin buscarlo uno llega a enterarse de este tipo de contactos textuales poco gratos que en su momento uno puede calificar como deslealtad, traición o infidelidad, vistos bajo la perspectiva de la máxima "no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan". 

Si a "máximas populares" vamos, otra bien cabría aquí: "ojos que no ven, corazón que no siente", pero al final quien termina engañándose y con cargo de consciencia es otro, no importa que la factura sobre la moral llegue años más tarde. Ese tipo de interacción con la tecnología no me agrada.


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