Otra vez te ví en no sé dónde

13/4/10
Son las 06:50 am Sólo han pasado tres horas de sueño. Lo último que recuerdo es estar tarareando aquella canción de Emiliana Torrini… luego, me quedo tendido en un profundo limbo rumbo a no sé dónde.


Estoy en una casa no tan nueva con muebles sí muy viejos. En cierta forma me recuerda a mi casa, pero no lo es. Frente a mí veo la espalda de alguien tan joven como yo, tal vez un poco más y me dice no sé qué cosas. Resulta que sigo asombrado por la rara combinación entre la finca y sus muebles.

Comienzo a caminar por aquel piso lleno de polvo y tras mis pocos pasos se levanta una ligera nube de tierra que la resolana de la tarde no duda en describirle alguna forma. Sigo avanzando y mi asombro sigue creciendo, son muebles viejos. Por fin decido acercarme a algo que parece ser una tramposa chimenea de ornato; su barniz es de un tono claro y me recuerda la miel del cereal que desayuno todos los días. Entonces paso mi mano sobre aquella superficie lisa, se siente suave, sin relieves, perfecta aunque con polvo; pero mi curiosidad va más allá y la tomo a todo lo ancho para después intentar cargarla, me vuelvo a sorprender porque me doy cuenta que es demasiado ligera y me recuerda a ese mueble que tengo, esa cosa mitad archivero y mitad mueble para televisión. Me siento en casa pero estoy seguro que no es la mía.

Mi compañero cambia el tono de su voz para decirme que ya es tarde y debemos comenzar. Yo digo: -¿comenzar?, ¿debémos?, ¿a qué te refieres?- El abre la puerta y sale sin esperarme, lo veo correr y en mi cabeza empiezan a retumbar propuestas y preguntas al mismo tiempo: ¿a dónde va?. ¿quién carajos es él?, ¿por qué no te levantas y lo sigues? ¿lo alcanzarás si sigues con éstas preguntas?

Inmediatamente salgo de mi letargo para iniciar la carrera y pedirle a mi compañero explicaciones. ¡Ah, pero cómo me pesan las piernas! Debe ser porque ayer cumplí 32 años y así se siente, vaya, creo que es normal. Tras muchos y muchos pasos a galope por fin doy alcance a mi compañero y él de inmediato me dice: -No nos detengamos, la muerte está cerca y no queremos toparla, mucho menos dejar que nos alcance- Yo me quedo extrañado nuevamente y digo: -¿qué?, ¿de qué hablas?- Mientras hago estas dos preguntas estoy dando un vistazo al lugar en que me encuentro. ¡Vaya que es bonito! Parece salido de un cuento, o de algún juego de video, sí, creo que eso lo describe mejor. Y es que sólo le falta el arco iris porque ese paisaje y ese color de pasto nada más lo he visto en las praderas de Monte Escobedo, Zacatecas y en algún videjuego del Nintendo de mi hija.

Mientras observo el paisaje, puedo notar que algo no encaja, veo una casa estilo californiano, como esas que hoy en día aún se pueden ver en el barrio de La Estación, pero ¿de dónde salió? y ¿qué hace toda esa gente agrupada frente a la construcción? Esto se ve cada vez más raro, casi tan raro como la ropa de mi compañero que viste un pantalón corto tipo capri de color negro, camisa blanca pero sucia y un chaleco desgastado y medio roto de color negro también, no usa zapatos pero usa una boina para disimular lo descuidado que tiene el pelo.

Nos acercamos al pequeño tumulto de gente y me doy cuenta que hay algunas cámaras de video, al parecer estamos en un set de grabaciones. Ok, no haré preguntas, creo que me veré muy estúpido si comienzo ahora con eso.

Entre la gente ahí reunida, logro distinguir la espalda de una mujer que me es muy familiar. Pelo ondulado y arreglado, color claro casi rubio de un tono que parece natural y hermoso. Viste una blusa ligera en color blanco, de esas que normalmente llevan discretos deshilados y se antojan para un día caluroso como el que siento en este momento. Una falda larga, ligera, vaporosa, de fondo blanco y con estampado abstracto en tonos rosas. Usa sandalias, no del tipo romano que tanto odio, estas son de buen gusto y le van muy bien a su tono de piel blanca, rosácea y fina. Pero ¿quién es?

Mientras la observo a detalle parece que en mi mente la he llamado y me doy cuenta que ella gira su cabeza, entonces la reconozco, y aunque he guardado en el olvido su nombre sigo teniendo aquel gran sentimiento imborrable en mi pecho.

Nuestras miradas siguen fijas, seguramente ella me observa notando el gran signo de interrogación dibujado en mi frente mientras yo sólo observo esos hermosos labios finos sin pintar que dibujan la sonrisa que recuerdo desde hace mucho tiempo; esa sonrisa que me hizo suspirar desde la primera vez que la vi en la mujer que amé con toda mi alma hace mucho tiempo.

Concentrado en el éxtasis de mis emociones, alcanzo a notar que ella se retira del grupo y huye caminando por el pasillo lateral que tiene el jardín que rodea la casa. En cuanto la pierdo de vista, reacciono. Dejo descansar a todas mis dudas y me dirijo a buscarla. Tan pronto llego al pasillo del jardín, sólo alcanzo a observar su figura dando vuelta en la esquina de la parte trasera de la construcción, en la que se puede notar un amplio jardín posterior, me decido a cruzar el pasillo para ir a buscarla y conforme voy caminando puedo notar varios arboles de limón que reconozco de inmediato por su flor y por los tantos años que pasé cuidando los limones en casa de mis padres.

Por fin, llego al jardín posterior y me encuentro un set de muebles para jardín, un arenero pequeño aún con juguetes y un sillón tubular con colchoneta tipo hamaca o folding bed colgante. Ahí está recostado alguien y mientras me acerco puedo distinguir que debajo de esa ligera cobija blanca hay un corto pedazo de tela que reconozco. Es esa falda de fondo blanco con estampado abstracto en tonos rosas.

Me voy acercando muy despacio y cada vez con menos seguridad porque en mi mente comienzan las preguntas: ¿qué haces? ¿por qué la acosas?, ¿qué le vas a decir si no estás seguro de conocerla? Y con todo ese bombardeo de preguntas, me surge la misma respuesta que doy siempre cuándo esto me pasa:

“Hola, no quiero molestar pero tehablaré franco y sin rodeos. Siento que te conozco desde hace mucho tiempo, te he visto en muchos lugares pero no lo recuerdo bien. ¿Tu me conoces a mí?"

Después de mi complejo y rápido análisis de la situación, tengo la pregunta que me anima a continuar mi marcha sin más pérdida de tiempo. Llego hasta el sillón, tomo un borde de la cobija blanca que cubre el bulto ahí recostado y la retiro poco a poco…

… termino de recorrer la cobija y la tiro al suelo, debajo de ella no había nada, sólo un par de ropas ligeras, una blusa blanca de esas que normalmente llevan discretos deshilados y se antojan para un día caluroso como el que siento en este momento y una falda larga, ligera, vaporosa, de fondo blanco y con estampado abstracto en tonos rosas.

Entradas populares

Seguidores

 
© 2015 rodrigo reyes | diseño web.