No sé por qué en estos últimos días he pensado tanto en la comida pero más allá de sus aplicaciones comestibles, en mi cabeza se dibujan metáforas sobre los alimentos y la vida, reflexiones que van de lo tribial a lo aparentemente más profundo, tal vez estúpido, ja!
El caso es que recordé que uno de los ingredientes culinarios de los que conozco que más reproches recibe, es la cebolla. Recordaba que entre mis conocidos hay personas que afirman detestar la cebolla, pero al mismo tiempo se declaran fanáticos de varios platillos que la contienen. al mismo tiempo declaran detestar alimentos que, tal vez inconscientemente, desconocen que no la contienen.
El caso es que noté que la cebolla bien podría ser el ingrediente más utilizado en la cocina, es el punto de partida de casi cualquier guiso. De hecho es difícil imaginar un guisado al que le restes la cebolla. ¿Se imaginan un sencillo plato con arroz o frijoles que se han cocinado sin este ingrediente? ¿Cuál sería su sabor? ¿Podríamos pedir un segundo plato?
Cuando nos disponemos a cocinar, comenzaremos picando cebolla y este puede ser el inicio de una meditación inconsciente que nos lleva a destinos diferentes. Al principio nos concentramos en la acción pero indistitamene terminamos pensando en algo más, lo que nos inquieta, lo que nos gusta, a una tristeza, a una alegría, al pasado, al futuro, al hubiera, al será, ¿qué sé yo?
Bien dicen que una de las cosas que nos definen como seres humanos y que nos diferencían de entre todas las especies, son la risa y el llanto. Curioso resulta que la cebolla sea capáz de producirnos lágrimas, reafirmándonos como humanos. Vaya, mira que bien, resulta que la acción de cocinar los alimentos bien podría ser otra de las consideraciones que nos confirman como seres humanos. Y por supuesto esto lo pensé mientras picaba cebolla.